sábado, 29 de noviembre de 2014






“Santas Putas”


 


“Eres ciudadana de segunda clase, sin privilegios y sin honor.  Porque yo doy las platas estas forzada a rendirme honores y seguir mi humor. Búscate un trabajo, estudia algo, la mitad del sueldo y doble labor. Y si te quejas ahí está la puerta no estás autorizada para dar tu opinión. Nosotros inventamos, nosotros compramos, ganamos batallas y también marchamos. Tú lloras de todo y te quejas de nada. En la casa te queremos ver. Lavando ropa, pensando en él. Con las manos sarmentosas y la entrepierna bien jugosa. Ten cuidado con lo que piensas, hay un alguien sobre ti. Seguirá esta historia, seguirá este orden, porque Dios así lo quiere, porque Dios también es hombre” (Los Prisioneros: Corazones Rojos)


 


Introducción


La imagen de mujer que refleja la canción de este grupo chileno, es una imagen que ha permanecido en el consciente colectivo por siglos, es una imagen que ha sido parte de la historia de grandes culturas, tanto occidentales como orientales. En la mayoría de sociedades estudiadas por los antropólogos, los hombres piensan que son superiores a las mujeres “En muchas culturas, los hombres piensan que son espiritualmente superiores a las mujeres, mientras que estas son peligrosas y contaminadoras, débiles e indignas de confianza” (Harris, 2004).


En la historia occidental la mujer no ha tenido una participación, por ejemplo es innegable el hecho que la mujer prácticamente no ocupó lugar alguno en la trama del comienzo de la historia europea, es decir, en el imperio romano. En esa época, la mujer no tenía existencia legal. En la antigüedad romana sólo existía el poder del Pater familias, dotado de ciudadanía plena, propietario absoluto (con derecho de vida y muerte sobre sus hijos) y gran sacerdote.


Incluso para la religión el rol femenino a estado segregado, solo basta leer la Biblia donde se relata en el Génesis que Dios creó a la mujer del hombre, ésta habría sido creada de una costilla de Adán. También para los Griegos su gran diosa de la sabiduría Atenea, cuenta la mitología, nació de la cabeza de Zeus, el dios padre de los griegos y desde ahí, desde ese dios de género masculino, habría procedido su fuerza y sabiduría.


Estos hechos son concretos a los largo de la formación cultural de nuestra civilización. Al revisar capítulo de género y jerarquía de Harris podemos leer la fuerte diferenciación entre géneros femenino y masculino, donde el hombre, como lo mencionamos anteriormente, es el dominador, donde el hombre según la canción de los Prisioneros es el que está sobre ellas, tanto que Dios el creador es un hombre.


Cabe señalar además que dentro de esta inferioridad serán históricamente también las mujeres quienes realizaran una de las labores más degradadas a nivel social: la prostitución, se considera como una desviación de la normalidad moral para la mayoría de la cultura judeocristiana.


 


Desarrollo


En Alto Hospicio, una localidad situada al noroeste de Iquique en la región de Tarapacá, entre los años 1998 y 2001, se cometieron violaciones y crímenes contra catorce mujeres por parte de un psicópata, el taxista Julio Pérez Silva.


El documental está enfocado en estas muertes, inicia con diversas preguntas dirigidas a niños y niñas de esta localidad acerca de sus pretensiones de futuro. En sus respuestas se desprende la visión que poseen respecto a los roles que deben tener en la sociedad tanto hombres como mujeres. Los niños y niñas, por cierto, saben quién está arriba o quien esta abajo y quien domina a quien. Por ejemplo, los niños expresan que desean ser detectives, soldados, jugadores de futbol, entre otros, vale decir roles asociados al poder[1] ya sea político o económico. Por el contrario, las niñas manifiestan que quieren ser profesoras, doctoras, cocineras, roles asociados, no tanto a la dominación sino al servicio social. Hasta en sus juegos estos niños y niñas recrean esta dominación del hombre sobre la mujer, una de ellas expresa que “los niños me molestan mucho”. Otra niña dice: “por qué las mujeres tienen debilidad, los hombres son más fuertes”. Los niños y niñas hablan con total naturalidad acerca del maltrato que reciben sus madres por parte del padre; también narran que “a veces su mamá es porfiada y al padre no le queda otra que pegarle”.


Bajo este contexto se puede evaluar que en nuestra sociedad chilena esté naturalizada la idea de desigualdad de género, y dentro de ésta idea la de relacionar a las mujeres con la prostitución, por ello no es de extrañar que en los años 90 cuando comienzan a desaparecer estas mujeres en el norte del país se haya atribuido este hecho a un problema social como lo llamaron las autoridades y no a un problema policial como lo consideraban las familias de las víctimas.


De esta forma el reportaje evidencia con las entrevistas a las niñas, que éstas desde muy pequeñas exteriorizaban una desigualdad de género, donde normalizaban el hecho de que el hombre fuera violento con la mujer, ubicándolo en un status superior. Por tanto lo “malo” que le pueda suceder a una de ellas es culpa de sí misma.


 


La jerarquía de género


“A pesar de las variadas definiciones de lo masculino y lo femenino, en la mayoría de las sociedades tiende a asignarse a los hombres roles más agresivos y violentos que a las mujeres” (Harris, 2004).


Los niños de Alto Hospicio, de alguna manera, y tal como lo muestra el documental habían sido socializados por sus familias con estas marcadas diferencias de género, donde es el hombre quien tiene la última palabra. Una pequeña comenta que “al papá hay que hacerle caso en todo lo que diga y que si él le pega a la mamá es porque ésta lo engaña”. Con esto se manifiesta claramente la diferencia de género como una diferencia jerárquica, donde las mujeres deben obediencia al hombre, además de criar a los hijos[2].


El documental indica que cuando se hicieron las primeras denuncias de desaparición de las adolescentes, las autoridades de la localidad: detectives y carabineros, inmediatamente las desestimaron y buscaron tranquilizar a las familias diciéndoles, por ejemplo, "que ya volverían, que las niñas andarían por ahí, que las habían visto en Iquique, en la playa, en Perú" o "que las niñas estarían trabajando en cualquier cosa, ya que eran bonitas, tenían buen cuerpo y necesitan comprarse sus cositas, que estarían prostituyéndose por ahí, pero que no se preocupara, que ya volverían".


Nuevamente se observa una sociedad chilena altamente machista, que discrimina y juzga no solo al género femenino, si no también a una clase social, analizando y relacionando inmediatamente la condición de pobreza más la condición de mujer con prostitución. En general la desaparición de aquellas mujeres fue vista a nivel país de esta forma. Muy pocas veces se intento salir de esa esfera de discriminación para visualizar otras posibilidades, ya que se dejaron llevar por el consciente colectivo creado histórica y culturalmente, que ubica al género femenino por debajo del masculino y que además lo relaciona con la prostitución. “No se puede pensar que una mujer joven y bonita, pero pobre, pueda ganarse la vida de otra forma que no sea prostituyéndose” era lo que pensaba la gran mayoría, señala la antropóloga Dra. Jimena Silva entrevistada en el documental. 


Así se consideró este suceso, como un problema sociofamiliar, donde la prostitución habría sido la acción que utilizaron aquellas mujeres para sobrellevar su carencias afectivas y económicas. Este suceso fue observado a nivel nacional como un hecho inmoral donde la supuesta prostitución de las desaparecidas había destruido su carácter de mujeres inocentes. Y si hubiera sido cierto el hecho de que esas mujeres fueran unas “putas” no se logró llegar al análisis de que aquella prostitución fuera una acto de violencia contra las mismas o un acto de maltrato a consecuencia del sistema económico bajo el que vivían. Solo se les juzgo y esto demuestra el carácter discriminatorio y la visión de inferioridad espiritual, cívica y social de las mujeres frente a los hombres.


 


Conclusiones


Una vez vistas y analizadas las fuentes de información se reafirma tajantemente que las diferencias de género existen desde los inicios de la humanidad, dando siempre la primacía al sexo masculino.


El documental realizado por Verónica Qüense muestra claramente una situación de discriminación, negligencia y falta absoluta a los derechos inalienables de los seres humanos, en este caso concreto, mujeres que fueron víctimas de un sujeto que presentó conductas desviadas y patológicas y del actuar de la población chilena (tanto civiles como las instituciones encargadas de hacer cumplir la justicia) quienes no fueron capaces de resolver este contexto dramático de manera digna, y porque no decirlo, de manera más humana.


Desde el punto de vista psicológico ha sido realmente estremecedor el manejo de la conducta predictiva del psicópata ya que él escogió a víctimas “irrelevantes” socialmente hablando, con las cuales logró efectivamente cubrir por años sus crímenes con nada mas que el prejuicio. Cuestión que nos debe hacer reflexionar, en cuanto a que nos dejamos influenciar por las apariencias frente a las circunstancias. Pero lo más grave fue que nuestras autoridades se dejaron, no sólo seducir por esas apariencias, sino que peor aún, manifestaron la más baja indiferencia ante personas que social y económicamente no les eran importantes sólo por el hecho de ser pobres y adolescentes. Esto se convirtió en un asunto de carácter ético que debería llevarnos a cuestionar la conducta y procederes de las autoridades institucionales y de las autoridades políticas, pero también desarrollar una profunda reflexión sobre el asiento de nuestra cultura nacional.


El texto desarrollado por Harris y el documental visto dan cuenta claramente de las nefastas condiciones a la que están expuestas millones de mujeres en el mundo entero, solo por haber nacido hembras. De hecho, la discriminación de género, por ejemplo, se puede aplicar en el ámbito del trabajo creando entre otras cosas, mucha rotación de empleadas y ambientes de trabajo que no propician en lo absoluto la salud mental de las mujeres. Es sabido también que esta diferencia insta al acoso y en algunos casos a la violencia en los distintos lugares de desempeño de oficios o profesiones.


Así concluyendo podemos añadir aunque parezca una reiteración, que la única manera de transfigurar una cultura sin ánimos estéticos y buscar una esfera de igualdad total entre ambos sexos, es una profunda enculturización en la ética social, lo cual se debe realizar por medio del sistema educativo, si bien, se ha dejado a la familia esta tarea, los resultados no manifiestan avances contundentes en dicha responsabilidad. Por ello debe ser una labor de estado, como sucede en muchos países desarrollados, porque la cuestión de la sociedad no es responsabilidad de los actores sociales solamente, sino de los entes reguladores de la cultura nacional, precisamente, por ser una cuestión de carácter nacional, son ellos quienes deben buscar que no se vuelva a repetir el triste episodio del Alto Hospicio.


Por último, es claro enfatizar que en las sociedades "modernas" y malamente llamadas "civilizadas" las víctimas de estas problemáticas tienen todo el derecho a presentar demandas judiciales para recuperarse de los daños, maltrato y vejaciones a las que son sometidas como consecuencia de las prácticas discriminatorias. El rol de toda la sociedad y de los organismos e instituciones, en este caso chilenas, es velar por el cumplimiento de estos derechos, transfigurando antiguas ideas de primitivas creencias, ideologías, pensamientos y sentimientos imperantes en el panorama social del país.


 


 


 


 


Bibliografía.


Harris, M. (2004) "Antropología cultural". Capítulo 22 (género  y jerarquía). Séptima edición.


 




[1] Como señalan los Prisioneros en su canción “Nosotros inventamos, nosotros compramos, ganamos batallas y también marchamos”
[2] Como señalan los Prisioneros en su canción “En la casa te queremos ver. Lavando ropa, pensando en él. Con las manos sarmentosas y la entrepierna bien jugosa”.